La huella franciscana en Llucmajor
La historia del convento de Sant Bonaventura empieza en 1608, cuando llega el primer grupo de franciscanos a Llucmajor. El recinto conventual definitivo se construyó a lo largo del siglo XVII, configurado por la iglesia, el claustro, algunos edificios anexos y un huerto. En 1656 el templo fue bendecido, y en 1691 se terminó la sobrecubierta de la iglesia.
Los espacios internos del convento —celdas, talleres, refectorio, cocina, biblioteca, sala capitular, etc.— se distribuían alrededor del claustro, que terminó de construirse entre 1690-1697. Dicho claustro sigue la tipología barroca de los franciscanos: planta cuadrada con doble galería superpuesta de arcos de medio punto sostenidos por pilastras de sección cuadrangular, y pilares exteriores rematados por bolas de piedra en relieve.
El recinto conventual estuvo ocupado por la orden franciscana hasta la Desamortización de Mendizábal (1836). A partir de entonces, y hasta 1998, el conjunto fue sede del cuartel de la Guardia Civil, del Juzgado de Paz y del Matadero Municipal. A consecuencia de estos usos el conjunto quedó arquitectónicamente distorsionado, por lo que en 1999 se proyectó la rehabilitación del edificio, reconvirtiéndolo en centro cívico, social y cultural. En 2002 fue declarado Bien de Interés Cultural.
Las pinturas murales, blanqueadas reiteradamente tras la Desamortización, fueron descubiertas en 1999 por un grupo de historiadores de la Universitat de les Illes Balears. Hoy, ya restauradas, conforman un testimonio iconográfico de la historia de orden franciscana.
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