Ibiza esconde un mundo desconocido y único al cual acceder si se conoce de cerca su artesanía
Más allá de sus calas y sus atardeceres de ensueño, Ibiza es un lugar en el que el mero hecho de caminar se convierte en experiencia. Una ciudad que sorprende a cada paso y que cuenta su historia a través de su fisonomía, de sus vecinos y de una artesanía local que es mucho más que una tradición hecha a mano.
Pocos lugares en el mundo recogen tanto la esencia de un lugar como lo hace Dalt Vila. Declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO con el encanto de vivir al abrigo de esas imponentes murallas que fueron extraídas de la bellísimas cantera conocida como Atlantis, este barrio de la capital ibicenca es un lugar en el que descubrir la historia más remota del territorio insular: aquel que coquetea con los romanos y con los árabes.
Formado por laberínticas y angostas calles que acercan al visitante a puntos únicos con panorámicas increíbles, Dalt Vila se presenta al mundo con el Pasaje de Simó Pouet y con la siempre viva Plaça de Vila. Un punto de la ciudad vieja en la que disfrutar de terrazas encantadoras en las que tomar un café con vistas al mar y en las que visitar las galerías de arte y los talleres de artesanos más bonitos y auténticos.
Más allá de perderse por cada rincón y de respirar el aroma de las flores que cuelgan de cada balcón, descubrir la quintaesencia de Dalt Vila pasa por visitar puntos tan destacados como el Ayuntamiento de Ibiza (ubicado en el corazón de un antiguo convento dominico), la Catedral de Santa María o los baluartes de Sant Bernart y Sant Jaume.
Dicen los expertos que pocos lugares en el mundo impactan tanto en una primera toma de contacto como lo hace el puerto de Ibiza. Creado por los cartagineses en el año 650 a.C, este puerto pitiüso de imponente belleza es un lugar en el que recalan miles de barcos y en el que disfrutar de esa calma innata que ha hecho que Eivissa sea algo más que una referencia turística nacional.
Con más de mil amarres y diversas dársenas deportivas, el puerto ibicenco es tradición marinera en estado puro y un rincón excepcional para disfrutar de todas esas virtudes con la que la isla obsequia al visitante: gastronomía, moda, cultura e historia marítima.
Y es que no hay una experiencia más placentera que disfrutar de un atardecer cien por cien ibicenco con un paseo por sus muchos pantalanes o con una copa de vino con vistas al mar. Magia, cultura y tradición en un mismo lugar.
Más allá del popular mercadillo ibicenco de Las Dalias, en Sant Carles, la isla blanca es un lugar en el que los mercados tradicionales tienen un peso dominante. Testigos de la magia que los artesanos más veteranos de la isla son capaces de hacer con sus manos, mercados como el de San Rafel de Forca son auténticos templos de artesanía cerámica ibicenca.
La cerámica más bonita de Ibiza, la más colorida y también la más genuina cobra vida cada jueves en el mercado Sant Rafel, ubicado a muy poca distancia de Ibiza en un paraje natural que nos acerca a ese marcado acento hippie que tanto caracteriza a la isla.
Con una cita fija para el visitante que tiene lugar cada jueves, el mercadillo es el lugar perfecto para adquirir frutas y verduras ecológicas y para ver en directo cómo trabajan sus productos los auténticos artesanos de la isla. Una de esas experiencias que no pueden faltar en un paseo por el lado más tradicional de la mayor de las pitiüsa.
Dalt Vila es el corazón de la ciudad, albergando los edificios más representativos del poder político, religioso y comercial
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