El embutido más clásico
Pocos productos hay tan típicamente mallorquines como la sobrasada. Un embutido a base de carne de cerdo, que debe su característico color rojo al pimentón con el que se condimenta, y que está reconocido con el sello de Indicación Geográfica Protegida.
Difícilmente abrirás una despensa en Mallorca que no atesore una sobrasada. Un recurso gastronómico de lo más cotidiano para los mallorquines, que no pierden ocasión para untarla sobre pan moreno, o utilizarla para dar sabor a platos más trabajados.
Se elabora con carne de cerdo seleccionada, magro y tocino, pimentón, sal y pimienta. Existen distintas formas de presentarla, que básicamente responden al tamaño de las tripas en las que se embuten: longaniza, rizada, culana, poltrú…
En su preparación hay dos fases diferenciadas. En la primera, se elabora el propio embutido: se pica la carne, se mezcla vigorosamente con los otros ingredientes, y se embute en las tripas. En la segunda, la sobrasada se seca. Para ello se cuelgan por cierto tiempo, en el que la sobradada se va curando.
En 1996, la Unión Europea otorgó a la sobrasada la Indicación Geográfica Protegida. Además, se añadió un segundo sello para proteger específicamente a la sobrasada elaborada con cerdo negro, una variedad autóctona mallorquina de este animal.
En la actualidad existen diferentes fábricas de embutidos isleños, pero aún es habitual que muchas fincas rurales realicen sobrasadas caseras. Por su popularidad, no es difícil adquirir este producto: lo encontrarás en colmados y supermercados. Luego, elige la forma de tomarla: cruda o asada sobre pan, con miel... Pero la sobrasada también se emplea como ingrediente en recetas innovadoras, y los grandes chefs de la isla la están incorporando a todo tipo de platos de fusión.
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