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  • Pitiüsas, sí quiero

    Ibiza y Formentera son el tándem perfecto para una luna de miel mediterránea.

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Ibiza y Formentera son el tándem perfecto para una luna de miel mediterránea.

Día 1: Enamórate de Vila

Dalt Vila y PuertoPuerta Dalt Vila

Nada más llegar a Ibiza, deberías reservar tu primer día para disfrutar de todos los rincones secretos más románticos de la capital. Aunque Vila es una ciudad mediterránea con todo lo que se le puede pedir a una capital turística de renombre internacional, en las callejuelas de su casco antiguo es como si el reloj se hubiera parado y el frenesí y la locura que tanta fama han dado a la isla fueran solo un espejismo que admirar desde un oasis de paz y relax.

Levántate temprano para disfrutar de la maravillosa luz con la que amanece Ibiza. Para desayunar, dirígete directamente al corazón del casco histórico de Eivissa. Entrando por el emblemático Portal de Les Taules, te verás inmerso en ese ambiente cálido y tranquilo que tienen las mañanas de Ibiza en este rincón lleno de encanto. Aquí te encontrarás de pronto en la plaza de la Vila, donde podrás sentarte en cualquiera de sus restaurantes y terrazas a desayunar con la calma propia de los locales. A tu alrededor, tendrás galerías de arte, tiendas de artesanía típica y pequeñas casas y callejuelas.

Si continúas caminando, se abrirá ante ti la calle Carrossa, la más ancha de todas las que llevan a lo más alto de la ciudadela histórica de Eivissa. Sin prisa, admirando cada piedra, cada palacete y cada casita lacada de blanco, porque en ellos está el reflejo más puro de la isla. Esta ruta destaca por aglutinar la mayor parte de monumentos y edificios emblemáticos que encontrarás en Dalt Vila: Can Botino, que es donde está la sede municipal de la alcaldía de Vila, el convento de Santo Domingo, el museo Puget, el monumento medieval de La Portella… Y, al terminar, la plaza de la Catedral de Ibiza, que es uno de los miradores más hermosos de la isla. Otro mirador dentro de Dalt Vila, a escasa distancia de este, es el de la plaza del Sol.

No dejes de recorrer las murallas antes de que el sol apriete y de perderte en las pequeñas plazas y sinuosos callejones que dibujan el entramado histórico de esta joya de Ibiza. El ambiente a primera hora del día es de pura quietud y, poco a poco, como el resto de la isla, esta zona histórica se va despertando alrededor del mediodía.

Es el mejor momento para un aperitivo o una comida ligera. Si quieres disfrutar un rato más de las maravillas que te ofrece el casco antiguo, en la plaza de Dalt Vila encontrarás el restaurante del mismo nombre, un lugar con excelentes vistas al puerto de Eivissa y al resto de la ciudad y con todo el ambiente de una de las plazas con más vida de esta zona histórica. La cocina es internacional, con toques locales y de autor. Si optas por salir a descubrir más rincones de la ciudad, fuera de las murallas, en la gran avenida de Ignasi Wallis, tienes varios restaurantes, algunos muy recomendables para comer de tapas, como el Mar a Vila, que es uno de los favoritos de los locales por sus pinchos de autor y sus precios asequibles.

Aprovecha que ya estás en el centro de la ciudad para hacer unas compras, para vivir el típico ambiente de Ibiza cualquier tarde de otoño o primavera, sin tanto ajetreo turístico, y para descubrir su arquitectura urbana, sus monumentos modernos y sus parques y plazas. Simplemente, déjate llevar por las calles y avenidas, haz una pausa en alguna de sus cafeterías y comparte con tu pareja uno de los postres más típicos de la isla: el flaó, que es un delicioso pastel de queso horneado a la manera más tradicional.

Para cerrar el día, una cena temprana en la zona del puerto de Eivissa y unas vueltas por el emblemático barrio de La Marina donde, al caer la noche, encontrarás un mercadillo hippy y artesanal y todo el ambiente de fiesta clásico de la Ibiza nocturna.

Día 2: Alejados del mundo: Es Cubells y Cala d’Hort

Es CubellsCala d'Hort

La segunda jornada de esta luna de miel pitiusa te llevará directamente por los mares de Ibiza, los rincones más escondidos de la isla, algunas de sus calas más hermosas y te tentará con los placeres culinarios más exquisitos. Sin querer abarcar demasiado territorio, con el objetivo de que lo disfrutes a conciencia pero sin estrés, lo ideal es quedarse cerca de la capital, dejando el norte para otro día.

No es necesario ir muy lejos para encontrarse cara a cara con la Ibiza más relajada y tranquila. A unos pasos de Ibiza centro, en el municipio vecino de Sant Josep de la Talaia, está la maravilla de Els Cubells, un minúsculo pueblo rodeado de fincas y campos, construido sobre un vertiginoso acantilado natural que mira al Mediterráneo sin miedo desde sus pequeñas casas blancas. En todo el pueblo solo hay dos bares, un pequeño supermercado, una iglesia rural típica ibicenca, un parque y playas.

Después de pasear por el pueblo, saludar a los vecinos, comprar algo para picar, perderte por un par de callejuelas y visitar la iglesia, pon rumbo a las calas de Els Cubells: Cala Llentrisca, playa de Els Cubells y Les Bosques están ubicadas justo bajo el acantilado del pueblo. Sus aguas suelen estar en calma y son perfectamente cristalinas. La zona de arena y rocas que hay entre el mar y el acantilado es estrecha en todas ellas y, al estar lejos de las rutas de turismo habitual, son playas no muy frecuentadas.

Llévate un picnic y come junto al mar. Puedes comprar pan con embutido típico, unas olivas y, de postre, unas magdalenas ibicencas (hojaldre con almendra) o un poco de fruta fresca. Después de una comida temprana, un chapuzón rápido y una breve siesta, puedes reanudar la ruta: hay que procurar no perderse la puesta de sol desde uno de los lugares más místicos de la isla.

Siguiendo la costa, más allá de Els Cubells, justo frente al islote de El Vedrà, está Cala d'Hort. Considerada por muchos una de las mejores de Ibiza, lo cierto es que es un rincón con mucha magia en el que merece la pena perderse en pareja cuando empieza a caer el sol. Es un lugar con más ambiente, más gente y más curiosos pero, a pesar de ello, conserva un halo muy especial que hace que todo el que lo visita se enamore. La playa, además de ser amplia y con aguas de azul turquesa intenso rodeadas de bonitos acantilados, cuenta con restaurantes y chiringuitos típicos en los que tomar algo con la puesta de sol y luego quedarse a cenar bajo la luz de la luna.

Día 3: Formentera, la isla del amor puro

Faro de la MolaBullit de Peix

Amanece el tercer día de esta luna de miel con sabor mediterráneo y toca poner rumbo a la pequeña de las Pitiusas. Es hora de visitar ese capricho de la naturaleza que es Formentera y descubrir el amor más puro por una tierra que, con poco, ha sido capaz de convertirse en la imagen del paraíso de medio mundo.

Toma el barco en el puerto de Eivissa y prepárate para la travesía: solo dura media hora, pasarás por la reserva marina de Els Freus y podrás disfrutar de la belleza de las costas ibicencas a medida que en el horizonte se perfila Formentera. Lo primero que te sorprenderá incluso antes de bajar del barco es la luz, mucho más intensa si cabe que en Ibiza.

Ya que solo vas a estar un día y sois dos, piensa en alquilar una vespa: de primavera a otoño e incluso parte del invierno, es el medio de transporte ideal (y casi oficial). Cómoda y rápida, podrás manejarte y recorrer toda la isla sin problemas de aparcamiento y atascos. La bicicleta es otra opción pero, eso sí, perderás mucho más tiempo en tus desplazamientos. Puedes alquilar la moto en el mismo puerto de La Savina, al llegar.

Para empezar a descubrir la pureza de Formentera, de sus playas, sus parajes naturales y sus gentes, conduce con calma y directo al extremo opuesto a La Savina, a unos 12 km: el mítico faro de La Mola. Por las mañanas temprano en esta zona, el amanecer es precioso y la luz impecable. Las vistas te dejarán boquiabierto y será uno de los lugares en que, sin duda, dispararéis más fotos. El pueblo en el que se haya el faro se denomina Pilar de la Mola y es el que se encuentra a más altura de la isla, por lo que sus vistas son espectaculares. Al ser el punto más alejado de La Savina, es uno de los más tranquilos y con menos presión turística. Ideal para esconderse del mundo y disfrutar en pareja de este rincón natural incomparable.

Cerca de El Pilar de la Mola encontrarás una playa preciosa: la playa de El Copinar. Muchos aseguran que merece más la pena pasar la mañana aquí que en la de Illetes, junto al puerto de La Savina, dado que es menos turística y sus aguas son mucho más cristalinas. Tampoco deberías dejar de acercarte a la playa del Migjorn, que es la que se encuentra más al sur de la isla. Cerca del faro, ya tomando dirección a Ibiza, hay numerosas calas pequeñas que te sorprenderán al paso. Por ejemplo, el Caló de Sant Agustí, que parece un refugio de otro planeta, con aguas tan tranquilas y azules que parecen más una piscina que el mar.

Después de unos baños en aguas de Formentera, te entrará el apetito seguro. Puedes comer junto a las playas, en los restaurantes que encontrarás a tu paso, o bien comer en Sant Francesc y descubrir una faceta más tradicional de la isla. La gastronomía es un elemento que cuidan mucho en Formentera, no solo en su recetario más clásico y de taberna, sino gracias a sus restaurantes de fusión y a sus espacios gastronómicos más innovadores, como es Can Dani. Prueba si puedes el bullit de peix, que es un plato tradicional, ensalada campesina, que es ideal en cualquier época del año, o bien cualquier tipo de arroz marinero.

Cuando veas que el sol empieza a descender, pon dirección a Cala Saona o, mejor, al Cap de Barbària. Aquí es donde podrás regalarte la mejor puesta de sol que hayas visto jamás. Un momento único, siempre irrepetible que te dejará el alma en vilo por un instante, con la sensación de estar al borde de sufrir el síndrome de Stendhal ante tanta belleza. La luz de Formentera, una vez más, toma protagonismo y se apaga justo para que vuelvas a coger el barco de vuelta a Ibiza. Eso sí, con la imagen imborrable de una isla a la que, seguro, regresarás muy pronto.

Día 4: El norte de Ibiza

Els AmuntsSantuario púnico Culleram

Para el último día de esta luna de miel, hemos dejado el área más natural de Ibiza, los pueblos con vegetación más frondosa, más vinculados a la ganadería, la agricultura y la artesanía. Los lugares que hablan de la Ibiza de siempre y que se abrirán ante ti desde mil senderos, calas vírgenes y parques naturales. Pon dirección al municipio del norte de Ibiza, Sant Joan de Labritja, y sus localidades más emblemáticas: Sant Llorenç, Sant Vincent y Sant Miquel.

Hablamos de la Ibiza más virgen porque prácticamente todo el municipio de Sant Joan forma parte de la reserva natural de Els Amunts. Entre los monumentos que tienes que visitar en esta travesía al norte, no puedes dejar atrás el de la torre de Balansat, esculpida junto a los abruptos acantilados del Port de Sant Miquel.

Pero la mejor opción para disfrutar de tu último día en pareja en Ibiza es dejarte llevar por todos los confines del que es el municipio menos frecuentado y habitado de la isla. Sumérgete en sus senderos, las pequeñas plazas y calles de sus pueblos de arquitectura tradicional y vida puramente rural, prueba su cocina casera, con los platos más típicos elaborados con los productos que producen sus fincas de cultivo y sus granjas, sus destilerías y sus viñedos, y ábrete al carácter hospitalario de sus gentes, a la sencillez de sus conversaciones y a la picardía de su humor.

Un monumento natural que has de ver es la Cova des Marçal, ubicada en la localidad de Sant Miquel y en la que te asombrará un juego único de luces de colores bajo tierra, rodeado de unas paredes que se cree que tienen más de 100.000 años de historia. Desde sus alrededores se puede contemplar la torre de Balansat antes mencionada y las islas de Murada y de El Bosc. Otra cueva de gran fama en el norte de Ibiza es la Cova de El Culleram, ubicada en Sant Vicent. En esta cueva ancestral era donde se celebraban antiguamente rituales en honor a la diosa Tanit, diosa cartaginesa de la fortuna y la fecundidad.

Ya que estás en Sant Vicent de la Cala, aprovecha para comer en esta localidad. De todos los pueblos que encontrarás en Ibiza es el más alejado de todo, un oasis natural que, de hecho, no fue habitado hasta bien entrado el siglo XVIII. Acércate a su puerto natural y elige uno de los restaurantes y terrazas que encontrarás junto a la playa: podrás comer algo relajadamente y con unas vistas privilegiadas a la isla de Tagomago.
Continúa después de comer la ruta de vis
itas. En Sant Llorenç podrás seguir escondiéndote del bullicio típico de Ibiza en el poblado medieval de Balàfia, una muestra de la arquitectura ibicenca, declarado conjunto histórico de Baleares por su gran belleza y singularidad. En total, está formado por siete casas rurales tradicionales y dos torres de defensa utilizadas durante siglos por los campesinos de la zona. Un lugar para pararse, descansar y disfrutar de los hermosos recuerdos que te llevarás a casa contigo.


Islas Baleares Auténticas y Sostenibles

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