Gastronomía mallorquina, un festín de creatividad culinaria sostenible

Mallorca es como un continente en miniatura. Sus 3.640 km2 de extensión concentran multitud de paisajes y climas de los que surgen una variedad de productos difíciles de hallar en otros contextos insulares. Así, el paisaje gastronómico mallorquín está formado por un surtido de carnes, pescado fresco y una deliciosa selección de frutas y verduras de altísima calidad, que llenan de color y sabor los platos de temporada. Y recorrerlo con mimo y curiosidad es uno de los mejores viajes que se pueden experimentar. 

Mallorca cuenta con un generoso abanico de bares y restaurantes donde degustar los platos tradicionales de la isla. Desde las tascas más sencillas en el interior de Mallorca hasta restaurantes reconocidos con una estrella Michelin en Palma, en la Serra de Tramuntana o en una terraza junto al mar: cualquier opción es adecuada para degustar un buen arròs brut, un arroz caldoso especiado y cocinado con carne de caza, la conocida porcella rostida, el fresco y ligero tumbet o el archiconocido frit mallorquí. O, quizás, todo junto en un variat, o lo que es lo mismo, una tapa hecha de muchas tapas y que lleva casi un siglo acompañando a los mallorquines en los aperitivos. Una experiencia gastronómica que no te puedes perder. 

Producto local y paisaje

Indiscutiblemente, el triunfo de cualquier plato depende, además del amor y del cariño, de contar con buena materia prima. Y Mallorca produce, desde hace siglos, un producto que es la base de la cocina mediterránea: aceite de oliva, un producto de excelente calidad e, incluso, protegido por una DO (denominación de origen). Se utilizan tres variedades de aceituna (aceituna mallorquina, arbequina y picual) y se produce en almazaras de toda la isla siguiendo el procedimiento tradicional. Sin embargo, destaca el que se elabora en la Serra de Tramuntana: una actividad que se desarrolla desde hace siglos en bancales de muy difícil acceso, lo cual dificulta el proceso de producción. Sin embargo, la forma de los olivos centenarios y su ubicación conforman un paisaje único y espectacular. 

Así, visitar una almazara es un must para el viajero que desee conocer el impacto del cultivo de olivo en la economía, el paisaje y la gastronomía de Mallorca. Además, en noviembre se celebra la Fira de s’Oliva de Caimari, una estupenda ocasión para visitar la isla y apuntarse a catas, degustaciones de producto local y conocer su tradición olivarera. 

El vino

Pero Mallorca es, también, tierra de vinos. Es inevitable encontrarse con grandes extensiones de vides al recorrer sus caminos. Esta tradición se remonta a tiempos ancestrales y está muy arraigada en la isla gracias a una combinación de factores, como el  clima mediterráneo, las características del suelo y la orografía son excelentes para la vid y, en consecuencia, para la producción de vinos de alta calidad.

Mallorca cuenta con una distinción de 2 denominaciones de origen y 3 indicaciones geográficas protegidas: la DO Binissalem, la DO Pla i Llevant, Vi de la Terra Mallorca, Vi de la Terra Illes Balears y Vi de la Terra Serra de Tramuntana - Costa Nord. Estas designaciones aseguran su autenticidad y calidad. Además, explorar las bodegas, pasear por los viñedos y degustar sus vinos representa una experiencia única para sumergirse en la rica tradición vitivinícola de la isla. Además, las ferias vinícolas que se celebran a lo largo del año ofrecen otra ventana para apreciar y entender la cultura del vino en Mallorca. Entre estas ferias destacan la Festa des Vermar (vendimia) en Binissalem (septiembre), la Fira del Vi de Pollença (abril) y el evento Wine Days Mallorca (también en Binissalem, en mayo).