Las elaboraciones dulces más características de Menorca se disfrutan durante todo el año en las pastelerías o sucreries de la isla
Los menorquines son muy aficionados a la repostería, algo que se refleja en la profusión de pastelerías o sucreries —como se conocen en la isla estos establecimientos— y en el extenso repertorio de pastas, pasteles y galletas del recetario tradicional. Todas las especialidades se elaboran con materias primas de calidad, a menudo de producción local, siguiendo ancestrales fórmulas transmitidas de generación en generación.
Menorca es una isla golosa, cuya repostería, de tradición secular, incorpora elementos de la cultura musulmana y de la tradición catalana, británica y francesa. Una prueba de la importancia que ha tenido siempre la repostería en Menorca es que en 1887 la isla contaba con cuarenta pasteleros y tres fabricantes de chocolate, pero solo con un dentista.
Antaño las recetas se preparaban siguiendo el calendario de fiestas: las ensaimadas con chocolate a la taza se tomaban durante las fiestas patronales del verano, mientras que los buñuelos solo se comían en la festividad de Todos los Santos. Pero hoy en día la mayoría de estas delicias se encuentran en las pastelerías durante todo el año.
Los carquinyolis son pastas dulces, secas y crujientes que cuentan con una larga tradición en Menorca, extendidos en otros enclaves del Mediterráneo como Cataluña o Córcega. El rasgo común es la textura crujiente y la adición de almendra como ingrediente esencial, que se combina con azúcar, harina y huevo. Cada pastelero añade a la preparación su sello particular, como esencia de vainilla, ralladura de limón, canela o anís.
Otros dulces típicos son los pastissets, galletas cubiertas de azúcar glas que suelen acompañar un café o una copa de licor. Antiguamente solían servirse en las casas durante las fiestas de Navidad o en celebraciones importantes, y cada familia los elaboraba siguiendo su propia receta. Los pastissets tradicionales se preparan con azúcar, manteca de cerdo, yema de huevo y harina. Suelen tener forma de flor de cinco o seis pétalos, aunque se dice que durante las fiestas de Sant Joan de Ciutadella deben tener siete.
Los macarrons no suelen faltar en celebraciones patronales, bodas, bautizos o comuniones. Son dulces de merengue seco, en forma de estrella de cuatro o cinco puntas redondeadas, que antaño servían de reconstituyente, siempre presentes en las bolsas de golosinas que se repartían en bodas y bautizos. Se preparan con clara de huevo, almíbar o azúcar glas y unas gotas de esencia de anís.
Otras galletas menorquinas muy populares son las crespellines, elaboradas con harina, mantequilla, azúcar, yema de huevo, semillas de linaza, bicarbonato, sal y vainilla. Su textura suave se funde en la boca, y suelen tomarse en cualquier momento del día con una taza de café.
El sabor artesano del campo
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La versátil sopa de verduras incluida en la antigua gastronomía del campo menorquín
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